Hoy es un día triste, más que para Sevilla, Andalucía, España, para la Cultura Universal.
Se nos ha ido entre bambalinas calladamente, sin aspavientos, sin una voz más alta que otra, sin un mal gesto que se pueda entender como reproche a una vida de sacrificios.
Se nos fue el talento, la imaginación de lo imposible y sobre todo, el orgullo que tanto se echa en falta en estos tiempos de un andaluz que amaba su tierra y la defendía a capa y genialidad cada vez que abría un telón, a él nunca le hicieron falta espadas para defender su verdad.
Sevillano del Cerro del Águila pero sobre todo, andaluz.
La música, pata indispensable en la cultura como formación, hizo que a través de ella y de D. José Torrano, conociese a D. Salvador Távora y no sabéis cuántas veces le doy gracias a Dios por haberlos puesto a ambos en mi vida.
Uno supo plasmar en registros sonoros mi música, el otro, perdónenme si me atribuyo un lazo de parentesco que legalmente no me corresponde pero que sentimentalmente no me lo quita nadie, mi abuelo. Supo sacar de mí el orgullo y el saber estar delante de un público tan diverso y desigual que con sólo pensar que éramos transmisores de la cultura andaluza y sevillana, hacía que su voz hablase por mi corneta, por la banda a la que represento, por mis devociones, por mis sentimientos.
Tengo muchísimas vivencias con él, como se dice en mi tierra, mucho mundo “recorrío”, pero miren ustedes, me quedo con su sencillez, con su humildad, con su cultura, con el amor que le ponía a todo lo que emprendía. En muchísimas ocasiones visionario de algo que nadie podía imaginar que fuese capaz de transmitir. Me quedo con su verdad.
Multitud de anécdotas, de situaciones duras, de momentos delicados, de contrariedades, de frustración, de incomprensión, de abandono en momentos difíciles por parte de quienes tenían la solución, por estar en el poder de unas instituciones que jamás han creído ni creen en el poder de la cultura, que sólo miran con el color de unas siglas y el recuento de unas papeletas de simple papel sin contenido alguno de compromiso por cumplir lo que nuestra identidad y nuestra cultura, nos requiere.
Pero ahí estaba Salvador, luchando contra corriente, peleando por defender la verdad de la cultura, por no perder nuestros signos de identidad, creando y sometiendo a la disciplina del espectáculo unos sentimientos innatos que todos llevamos dentro.
¡Cuánnto te vamos a echar de menos, Salvador!
De mis vivencias de Carmen, en las que en más de las que debía, fui un dolor de cabeza hacia tu persona. Donde tus charlas y recomendaciones hacia mí, eran más las palabras de un abuelo a un nieto que de un director a un componente de tu compañía, me sirvieron para formarme más en lo personal que en lo profesional, que sólo hace falta compromiso y constancia. En lo personal hace más falta corazón y querer y tú me diste las dos cosas, corazón y ambición por ser mejor persona.
Me cuesta escribirte Salvador, muchísimo, no sabes cuánto y más, quedarme con la pena de no haber podido disfrutar más de tu persona.
Tu abrazo al finalizar una función, tus llamadas, tus inquietudes, tus ideas, tus proyectos, tus vivencias, tu honestidad, tu lealtad, TU PERSONA.
No sé si viene al caso pero a la misma vez que la tristeza, el brillo de mis ojos, esos jipios que suelta mi corazón, se entremezclan en situaciones curiosas de las que supimos reírnos y recordar en muchísimas ocasiones. Como esas imaginarias en Hamburgo, dónde tu presencia provocaba estampidas en esas habitaciones, que más parecían la calle Betis que habitaciones de un hotel. Tu cara de perplejidad al ver introducir un frigorífico por la puerta de un hotel en Hamburgo, tu cara de asombro al sacar un bingo para jugar en el avión todos los pasajeros en una parada técnica camino de Paris, tu llamada de circunstancia con una cafetera en Adelaida, nuestros almuerzos clandestinos, en habitaciones de hotel, de “papas guisás” y por supuesto, tu frialdad y bien estar, para gestionar un 11 de septiembre en Nueva York.
Serían tantas las anécdotas y situaciones que podríamos contar que no habría libro que recogiese tantas emociones.
En fin, Salvador, ya estás en el cielo, seguro que creando y organizando una obra celestial que como siempre será un rotundo éxito.
Aquí, en Triana, me quedo hoy ahogando mi pena de haber perdido a mi abuelo, a mi director, a mi amigo.
En nombre de la banda del STMO. CRISTO DE LAS TRES CAÍDAS y en el mío propio, transmitimos el más sentido de los pésames y acompañamos en su dolor a toda tu familia.
DESCANSA EN PAZ, SALVADOR. Siempre tuyo, Julio Vera.