La envidia es esencia de lo irrespetuoso y en este mundo músico-cofrade, la sevillanía mal entendida es la cuna para engendrarla escudada en la fábula de un sobrenombre que no difiere de seres, sino de perfiles.
Provocar se antoja suculento si es a través de estas redes sociales donde todos somos jueces y muy pocos los detenidos. Sírvase esta aclaración, a modo de liturgia sin ánimo de lucro, para los que aludidos se sientan tras sus comentarios que para ser respetuoso con uno mismo diré que fueron de mal gusto.
En la Banda del Stmo. Cristo de las Tres Caídas sólo hay un color, el morado de nuestro amantísimo titular. Lo demás son matices, ni el rojo ni el verde ni viceversa muestran diferencias más allá del sentimiento o cariño a lo que el fútbol se refiere. Como buena familia, que lo somos, hay de ambos matices pero todos con el morado como lustre de nuestros corazones.
No busquen más porque es en vano. Entiendo que todo el mundo quiera más protagonismo que el que se adquiere sólo al mirarse en el espejo, pero como ya he dicho en otras ocasiones “al monje de hábito corto, el dobladillo le quita el frío” y “quien navega en aguas de la ignorancia sólo puede hacerlo en la barca de la estupidez”.
En Triana somos todos de un color, los matices son cosas de la propia familia y como bien tituló el escritor, la hoguera de las vanidades se devora a sí misma, sin sustento, sin argumento, ése es todo el cargo que se necesita en esa barca que por cierto, nunca llega a la orilla de Triana porque allí la envidia, no cabe…